Muchísima gente tiene segundas residencias sea en la playa, sea en la montaña. En el caso de la montaña, tengo muchos amigos con casas en la Cerdanya, el gran valle natural del Pirineo que abarca zonas de España y de Francia, lo que se llama Catalunya Nord. Es una zona única por sus características paisajísticas debido a su aislamiento del resto de la Cerdanya y es ideal para hacer senderismo. Yo soy de los que eligen ir variando e ir probando hoteles según me apetezca, y acabo de hacer un descubrimiento: el Château Brangoly, Brangolí, un aldea en el valle del mismo nombre, perteneciente al término municipal de Enveig en la parte de la Cerdanya Francesa, alejada cuatro kilómetros y medio del núcleo principal mediante una carretera secundaria que parte de la carretera principal que discurre por el valle del río Querol (Carol en francés). Se trata de un lugar ideal para desconectar ya que no tiene cobertura telefónica, aunque para los adictos a Internet, sí ofrecen wifi gratuito. También es de destacar la orientación sur del pequeño valle de Brangolí que garantiza inviernos más benignos que el resto de pueblos de la subcomarca.
Llegar al Château por la estrecha carretera franqueada de árboles con sus colores de otoño, es llegar a un lugar donde se ha parado el tiempo, dispuestos a disfrutar del slow travelling y de la simpatía y cariño de sus dos anfitriones, Quim y Edu. Es llegar a casa de unos amigos que reciben a sus huéspedes como serían recibidos en su propia casa. Quim me mostró mi habitación, una junior suite, que se diferencia de las superiores por tener una bañera enorme donde disfrutar de un rato de relax. Video de mi habitación, la número 20.
Château Brangoly tiene en total sólo 7 habitaciones, de las cuales 5 son junior suite equipadas con TV (pantalla LCD), DVD y equipos de música, grandes y comodísimos sofás de terciopelo, cama king size algunas con dosel, y sala de estar. Evidentemente el baño incluye sus amenities (recomiendo traerse el condicionador de cabello) con secador y espejo de aumento. Bañera y duchas separadas en las junior suites. Precio por noche entre 100 y 150€ según temporada con el desayuno incluído, realmente lujo asequible.
Al ser un edificio de finales del s. XVIII, tiene paredes muy gruesas, y esto ayuda a resguardar del frío y del calor. En los salones, uno de descanso, y otro destinado a comedor, se situan dos enormes chimeneas encendidas para dar todavía más calidez a las estancias. El interiorista Lázaro Rosa Violán ha conseguido un estilo chic y relajado, una combinación de elegante y rústico con inspiración provenzal combinando madera y piedra, tonos blancos, negros y brodeaux, con materiales estampados y terciopelo. Las piezas antiguas son protagonistas por todos los rincones, en las estancias comunes y en las habitaciones. De verdad, puede llegar a parecer que hay profusión de elementos decorativos, pero son todos agradables y acertadamente decorativos, me sentí muy bien y sólo estoy deseando volver.
Quim se encarga de la bienvenida y de que todo salga como perfecto para los huéspedes y Edu es el rey de la cocina que para mi es otro de los incentivos para viajar hasta Château Brangoly. Edu es un apasionado de la gastronomía y antes de empezar su aventura común en Brangoly tenía su propia empresa de catering. Utiliza sólo productos frescos de temporada y aprovechando al máximo la proximidad. En los jardines del Château cultiva sus propias hierbas que luego corta con cariño para utilizar en los diferentes deliciosos platillos. Degustamos platos con sabor auténtico y unos toques de modernidad como un nutritiva crema de calabaza con patatas al pesto y langostinos, quiche lorraine con foie caramelizado y bouquet de ensalada, confit de pato con peras caramelizas y cebolla confitada al parmentier de remolacha o postres como la marquise de chocolate negro y naranja con coulis de fresas o la clásica tarta tatin. Todo hecho por Edu, cuando digo "todo" me refiero además al coulis, al foie, a los diferentes panes que acompañan la cena.
La cena es opcional, el huésped puede comentar después del desayuno si se quedará a cenar o no. Por 25€ bien vale la pena probar los platos de Edu. No hay menú, cada noche hay un primero, un segundo y un postre, aunque sí adapta la cena para los vegetarianos, o si hay algún requisito especial como fue mi caso y me hizo raviolis de setas con verduras. Y la pasta hecha con sus manitas cual experto italiano. Hasta el limoncello y el pacharán son elaborados por las expertas manos de Edu!
Para el desayuno, no abundante en variedad pero sí en calidad, ofrecen un par de quesos locales cuidadosamente elegidos, un par de embutidos de la comarca, diferentes panes recién horneados, mermeladas hechas por Edu (naranja amarga, higos, tomate, etc...) así como madalenas y pastelitos caseros hechos por la mañana, que cuando bajé de la escalera ya noté el embargante olor de bizcocho recién salido del horno. Decir que sí ofrecen chocolate para untar, pero no Nutella. Una lástima para los adictos como yo.
El restaurante está abierto también para amigos que no se hospeden en el hotel o estén de paso por la comarca e incluso tienen una mesa grande en una habitación separada que hace las funciones de sala de reunión y se puede aprovechar el equipo ya instalado para hacer presentaciones en la parte del comedor. Un comité de dirección diferente? un incentivo? yo que conozco muy bien el mundo de las reuniones y eventos, creo sinceramente que es una escapada perfecta y original para un brainstorming de equipo o un team building.
O por qué no una boda íntima? El jardín es realmente magnífico, el paisajista merece una mención, pues es precioso, envolvente e invita a la relajación en cada uno de sus rincones: cómodos sillones de mimbre orientados al sol ofrecen el lugar ideal para la lectura o para el dolce far' niente.
El pasado también está presente en el Château de Brangoly ya que está situado en lo que antiguamente fue una ruta templaria y anteriormente relacionado con un fundus o propiedad rural romana. Existen en los aledaños de la la finca vestigios incluso más antiguos como el dolmen de les Marrunyes. En lo que se refiere al ocio tenemos la posibilidad de hacer shopping en Andorra o en Puigcerdá como núcleos comerciales más próximos. Asimismo se puede disfrutar en todas las estaciones del año del trekking, que fue la opción que escogí. En concreto un trekking por los vecinos estanques del Passet, Fontviva y Llanós (Lanoux en francés) contemplando unos colores otoñales espectulares por zonas de dificultad media. Mis fotos se pueden ver linkando aquí.
A este respecto, las posibilidades que ofrece la zona son infinitas: valle de Angustrina, el altozano de Maura, la pica del Carlit (la montaña más alta de la comarca ), el lago de la Bullosa, el caos de Targasona por citar unos cuantos.
En invierno y pronta primavera tenemos la posibilidad de esquiar en las estaciones próximas de Porté-Pimorent i del dominio esquiable más grande de los Pirineos: Gran Valira. A menos de media hora en coche podemos llegarnos a las también famosas estaciones de esquí de Font Romeu, la Masella o la Molina.
Hacia la próxima primavera, el Château Brangoly tendrá a disposición de los huéspedes una parte de spa con zona de masajes (los dará Quim que también es fisioterapeuta), sauna, hammam y un jacuzzi. Por lo tanto ya tengo marcado en mi agenda un fin de semana de Abril para repetir mi inolvidable estancia. De verdad, que el lujo no es el precio, el lujo es el recuerdo y la experiencia vivida con Quim y Edu en su casa, el Château Brangoly.
La web del hotel es mejorable y no le hace justicia, para poder ver mis fotos del Château Brangoly linkar aquí